CRONICA DE UN VIAJE
La ciudad de Bogotá se caracteriza por el cambio constante de su clima, el tráfico y el desplazamiento de personas que genera un caos en sus calles. En este transcurrir cotidiano los buses y sus pasajeros recrean los modos de ver y asumir la vida. Se observa en las posturas y expresiones de las personas el cansancio del trabajo, sus rostros representan la dureza del día a día, sus afanes y preocupaciones.
Las conversaciones de los pasajeros van de la risa al silencio, del murmullo a diálogos compartidos por todos, que atentos no se pierden los detalles de la conversación. Los vendedores toman como escenario el corredor del bus para persuadir del valor mínimo que sus productos tienen a cambio de la necesidades satisfechas por esa módica moneda, recuren a un lenguaje simple pero cargado de esperanza, cada palabra se entrelaza construyendo historias personales y familiares que son escuchadas o esquivadas por miradas evasivas cansadas de la pobreza.
Al mirar por la ventana del bus se ven apresurados aquellos niños que en la tortura de llegar al colegio llevan un ojo abierto y otro cerrado arrastrados por sus padres en una competencia contra el reloj. Los transeúntes se movilizan rápidamente por las calles recorriendo a pie las estructuras modernas generadas por las nuevas obras del transmilenio. Las bicicletas y las motos realizan en su recorrido un laberinto de cruces con carros, transeúntes cuya protección es la oración y bendición antes de salir de casa.
Como es normal en medio del camino, la marcha de estudiantes, transportadores, trabajadores, etc, aparece de la nada dando El último pincelazo al cuadro titulado "el caos¨"generado por el descontento continuo, a una situación social donde la falta de oportunidades cierra las puertas al futuro.